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El Mapocho y la marginalidad

.Llegué a la orilla del Mapocho. No me di cuenta cómo.
Reconocí dónde estaba al recordar mi primera visión de la
ciudad. Debo haber presentado un aspecto risible con los
pantalones de golf y la chaquetilla parchada porque de pronto
me sentí observado despectivamente por unos muchachos
de caras torvas y gestos cínicos. Traté de desentenderme y
esquivarlos, pero me persiguieron descaradamente con sus
burlas. Di media vuelta. Los enfrenté. Sentía miedo, pero
me sabía libre de lo peor: estaba fuera del alcance de estatuas,
escobas y plumeros. El mayor de los chicos fue el primero
en hacerse oír.
—Miren el caurito con guardapeos(*).
La expresión me colmó de furor. Pretendí lanzármele
encima pero sentía pánico. Opté por conversar con ellos.
Debo haber dicho tonterías. Convine conmigo mismo en que
debía contar lo que me sucedía: no tenía dónde dormir. Era
invierno: "Tengo frío, no sé dónde pasaré la noche". Poco
rato después, el que se había burlado me decía:
—No te procupís, cauro. Sabimos donde poís dolmil.
¿Querís acompañalnos?

El Río
Alfredo Gómez Morel
Tags: Santiago